Artes Visuales / Volver

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De pequeña pude ver la destrucción que nos rodea: danzaban ante mí unas figuras de fuego y en sus ojos me veía, ya vieja, por encima de lo vivo y de lo muerto. Luego me acostumbré a esta forma y avancé con pasos veloces, de espaldas a la tierra. De niña tuve en mis manos un pájaro, muerto en toda su belleza. Le fabriqué una recámara para que pueda descansar lejos de mi mirada, a salvo de su desaparición. La caja era una pintura, el marco un sarcófago, la mirada un espejo y el pájaro era yo. No, no, el pájaro era la punta de mis dedos buscando el borde de una herida. Antes atesoraba todo lo pequeño, lo que brillaba, lo suave y lo blando. El mundo era entonces una fiesta porque aún no estaba hecho. La hechura del mundo es lo contrario a la infancia, es su clausura. De pequeña tenía la pregunta de cómo era posible que me hirieran. Hoy tengo un pincel que acaricia la superficie de las cosas y al hacerlo aparecen, una a una, todas las sensaciones. El pincel es un órgano de conocimiento, como lo es la angustia.

Hoy casi no recuerdo mi cuerpo de entonces, pero puedo volver sobre las cosas con su mirada. Por insistencia o distracción mis ojos desuellan, imprudentes, quitan la máscara, separan las partes, deforman los gestos y se entretienen en cada pliegue, jugando. Puedo dividirme en un instante: ser el cántaro y el río, la piedra y la carne, la voluntad y la duda. Llevo en mi cuerpo una marca, un portal, una salida; la pintura es el camino, el cuchillo y la risa.

Horario

Horarios de visita
Jueves a domingos de 15 a 21hs.

📍Sala Vertical (Sarmiento 1551, CABA)

Valor

Entrada gratuita

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