A 6.000 kilómetros de distancia la sonda Voyager 1 toma una foto apuntando hacia la tierra, en la que vemos no más que un pequeño punto color azul pálido.

Satélites, cámaras, ojos y hasta las yemas de los dedos parecen moverse por una pulsión escópica entendida como el deseo de saber a través de la mirada, pero antes de la mirada hay otro fenómeno, la luz.

Como la misma tierra, ella va flotando y cayendo a través del espacio y la atmósfera, por toboganes de luz, hasta hacer un clavado olímpico sobre nuestro humor acuoso, la membrana que envuelve al ojo. La luz salpica sobre redes eléctricas, que en su cortocircuito aventuran una imagen.

¿Qué es lo que hace que las imágenes se desarrollen hasta ser captadas por una mirada? Tal vez, una mirada se forma en el aire, en aquel elemento invisible que se sabe repleto de partículas y que sutilmente van azulando los ambientes. Una montaña a la distancia, hasta el mismo cielo, es consecuencia del viaje lento de la frecuencia de onda del color azul. Un plenairismo que se puede presentar en múltiples escalas, pintura al aire libre en interiores, en microscopios, en la red, producto de una contemplación de lo aparentemente invisible. 

Trinidad Landajo nos muestra en sus trabajos un mundo evanescente y fugaz, que disloca cualquier expectativa de certeza sobre el mundo circundante; imágenes de registros difusos. Objetos voladores no identificables que se pasean por nuestras retinas, por nuestras mentes.

En las pinturas de Clar Mogni algo suspira y respira. Una puerta que se abre muy lentamente, ¿o se cierra? Ambas opciones son posibles. El aire circula invisible rozando las paredes, moviéndose entre las puertas que parpadean dejando su estela de frialdad. Como un pequeño punto azul pálido, los trabajos tienen una dimensión que generan una paradoja: distancia lejana dentro de un espacio doméstico, interior.

El juego de escalas y registros también se encuentra presente en los trabajos de Abril Benítez, quien intenta captar en sus pinturas el color que viaja más lento, en sus registros microscópicos, en sus manos que se tiñen de azul.

Entre los trabajos y nuestros ojos, las partículas en el aire nos invitan a participar de la lentitud celeste, de soltar nuestra mirada para que vaya flotando por un espacio casi sin gravedad.